27 de noviembre de 2009

TAL DÍA COMO HOY 27 de noviembre

TAL DÍA COMO HOY:..

El 27 de noviembre de 1832 nace Lewis Carroll, mundialmente conocido por ser el autor de “Alicia en el país de las maravillas”.

Lewis Carroll es el seudónimo por el que es conocido en la historia de la literatura Charles Lutwidge Dodgson



Alice Lidddell. La musa de 10 años que inspiró a Lewis Carroll y que enamoró a Charles Dogson



LA PUBLICACIÓN DE ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS
Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas (Alice's Adventures in Wonderland), apareció publicado por Macmillan en Londres el día 4 de julio de 1865.
Según catálogo de Macmillan, las ediciones segunda y tercera aparecieron en 1866 y 1867. En 1868 vieron la luz la cuarta y la quinta. A partir de 1869 aparecieron cada año una o dos impresiones, que para 1889 eran ya veintiséis. Los ochenta y seis mil ejemplares de la edición de 1897.
En 1871, seis años después de la aparición del primer libro sobre Alicia, vería la luz el segundo, que no tardó en hacerse universalmente famoso: A Través del Espejo y lo que Alicia encontró allí.



La imagen corresponde a la última página del manuscrito Aventuras subterráneas de Alicia, la niña de la foto es Alicia Liddell a los 7 años













ALICIA PARA NIÑOS
Para acercar las Aventuras de Alicia en el país de las Maravillas a niños de menos de cinco años, abreviando el texto y partiendo algunos capítulos, publicaría finalmente Carroll The Nursery «Alice» (Alicia para pequeños) en 1889. En dicha edición se reproducen ilustraciones de Tenniel, ampliadas y coloreadas. El libro, publicado por primera vez en 1890 ,llevaba una cubierta pintada por E. Gertmde Tbompson, y lo editó Edmund Evans, un prestigioso editor de obras en color de la época victoriana. Esta Alicia contiene un prefacio del autor a las madres, que no tiene desperdicio:
«Tengo motivos para creer –dice- que las Aventuras de Alicia en el país de las Maravillas las han leído centenares de niños ingleses de cinco a quince años, niños de quince a veinticinco, e incluso los de veinticinco a treinta y cinco, y aun diría que también los niños -que los hay- a los que, ni la mengua de su fuerza y su salud, ni el cansancio de oír solemnes payasadas, ver falsos oropeles y percibir la irremediable miseria de la vida, han conseguido cegar el puro manantial de alegría que mana de un corazón infantil... Hay niños de “cierta” edad que nunca podrán contar el cuento de su vida: dejémoslo enterrado en respetuoso silencio. Mi ambición hoy (¿será acaso vana?) consiste en que el libro lo lean los niños de cero a cinco años.¿Qué lo lean? No, no. Más bien diré que lo arrullen, que lo soben, que lo arruguen, que lo besen todos esos regordetes pequeñuelos que llenan vuestras casas de alegre algarabía y lo más profundo de vuestros corazones de paz y felicidad …»

ANÁLISIS CRÍTICO
Cuando Charles Dodgson se embarca con sus tres pequeñas amigas en la ya legendaria excursión río arriba, Alicia Liddell tenía exactamente diez años. Su hermana Edith tenía sólo ocho, pero en cambio Lorina Liddell tenía ya trece, es decir, había dejado de ser una niña. Alicia, a sus diez años, todavía lo era, pero muy pronto (¡demasiado pronto!) dejaría de serio, como le había ocurrido ya a su hermana mayor. Charles Dodgson (Lewis Carroll) improvisa entonces un cuento para ellas, y el cuento que les cuenta trata justamente de eso: del momento (¡terrible momento!) en que el niño, al dejar de serlo, comienza a penetrar en el (para ellos) fascinante, misterioso y absurdo mundo de los adultos.

La madriguera del conejo
Al descender por la madriguera del Conejo, Alicia no está retrocediendo (como se ha dicho) a su primera infancia, sino que está avanzando en el tiempo hacia ese momento, ya cercano, en el que ingresará en el mundo social de los mayores. Y al llegar al fondo de la madriguera, el primer dilema que se le plantea es si beber o no de ese frasco que hay encima de la mesa, si crecer o no crecer, es decir, si hacerse o no hacerse adulto. Alicia bebe del frasco y, ya crecida, se encuentra con la primera «persona». adulta. Es el Blanco. Va impecablemente vestido de caballero victoria por sus palabras se deduce que sufre de la gran enfermedad mundo moderno, la prisa"¡Es tarde! ¡Es ya muy tal exclama una y otra vez sin dejar de correr. ¡Difícilmente podía Alicia haber encontrado una persona que caracterizara tan, ese mundo de los adultos en el que todo el mundo siempre prisa! justamente lo contrario que le ocurría a Carroll, que podía pasarse horas y horas «perdiendo el tiempo», charlando con sus jóvenes amigas en una tarde de verano.

Ironías políticas
Después de caer en el mar de sus propias lágrimas (¿representa ese mar el líquido amniótico, el deseo de regresar al vientre de la madre, como han señalado los críticos «freudianos» de Alicia?), Alicia nada hasta la orilla y se reúne una asamblea de animales, que representa admirables la asamblea parlamentaria inglesa. Su deporte favorito «carrera electoral», una carrera totalmente arbitraria, en la que no se sabe muy bien cuándo se da la salida ni cuándo se llega a la meta, ni mucho menos quién ha ganado. Ya hemos señalado antes cómo, a partir del Reform Bill de 1835, la Cámara (Cámara de los Comunes) del Parlamento inglés adquiere creciente importancia. Sin duda, un conservador en política como era Dodgson miraría con recelo hacia esta Cámara parlamentaria, que, en ocasiones, parecía querer socavar los cimientos mismos de la Monarquía inglesa

Los que corren y los que “pasan”
Igualmente significativa es la escena en la que Alicia inopinadamente «crece» dentro de la Casa del Conejo. ¡Qué angustia y qué asfixia siente la pobre niña condenada vivir entre las estrechas paredes del mundo de los mayores! ¡Y qué alegría, qué liberación, cuando consigue volver tamaño de niña y sale corriendo de la casa hacia el campo abierto! En el campo se encuentra a otro adulto que representa la antítesis del Conejo Blanco. Si el Conejo tenía siempre prisa, la Oruga se pasa la vida sentada en un hongo gigante fumando su misteriosa pipa. Es ocioso discutir si la Oruga representa o no al fumador de opio, droga frecuente (e incluso tolerada) en la sociedad victoriana inglesa. Representa en cualquier caso, al adulto que «pasa» del mundanal ruido piensa que ya no queda nada por hacer. La "curiosidad" de Alicia, tan alejada de las prisas del Conejo como del ocio de la Oruga, la mantiene eternamente ocupada... ¡y eternamente desocupada a la vez!

En las altas esferas
El encuentro con la Duquesa y, más adelante, con el Rey y la Reina de Corazones introduce a la niña en las altas este la sociedad inglesa. Ya hemos señalado que la duquesa podría muy bien representar a la duquesa de Kent, madre reina Victoria, figura dominante que quiso controlar el dc de la joven reina, de la misma manera que la duques parece querer controlar el de Alicia, cogiendo a la niña por la cintura e imponiendo su presencia sobre la niña

Como en una baraja
Tampoco es casual que el Rey y la Reina de Corazones sean sólo naipes. Los naipes tienen un valor convencional, el valor que nosotros, los jugadores, queremos darles. En el mundo de los adultos, tal como descubre Alicia, todos o casi todos los valores son convencionales. Como en un juego de cartas, a unos les toca ser rey, a otros sota, a los más, soldado raso. Su valor depende exclusivamente de unas reglas de juego que son de por sí convencionales. Todo el mundo de los adultos está regido por unas normas que, tal como descubre Alicia, no tienen sentido alguno. La vida es un juego tan absurdo y arbitrario como el partido de «croquet» que organiza la Reina en sus propios jardines.

Una definición de Inglaterra
He dejado para el final el episodio más célebre de Alicia: la merienda del Sombrerero y la Liebre. «El tiempo -le dice el Sombrerero a Alicia- se ha detenido para siempre en las seis... Aquí estamos siempre en la hora del té.» ¿Se ha intentado alguna vez una definición tan brillante de lo que es Inglaterra? De todas las convenciones sociales británicas ¿no es la del té la más absurda y a la vez la más radicalmente inglesa?
El ritual del té es la culminación del absurdo inglés, la verificación, por parte de Alicia, de que se encuentra «en un país de locos ... ». Ya se lo había advertido el Gato de Cheshire: «Por ahí -le había dicho a la niña- vive un Sombrerero, y en esa otra dirección, una Liebre Marcera... Da igual al que visites... ¡Los dos están igual de locos!»

El significado del sueño
Vuelve Alicia a la realidad, después de su largo y azaroso sueño, y se encuentra a su hermana junto a ella. La hermana «comprende» al instante el significado del sueño de Alicia. «Finalmente trató de imaginarse cómo sería su hermanita convertida ya en mujer adulta. Y cómo guardaría a lo largo de su vida el alma cándida de cuando era niña. Trató de imaginársela rodeada ya de hijos, contándoles alguna historia que encendiera la luz de sus ojos, contándoles quizá aquel viaje suyo al País de las Maravillas... Sabiendo que Alicia reviviría entonces, en la alegría y la tristeza de sus hijos, aquellos dulces días de su niñez ... »

Los espacios interiores
Lewis Carroll nos cuenta en Alicia en el País de las Maravillas el último, y definitivo, sueño de la niñez: el sueño en el que el niño se enfrenta al mundo de los adultos, no para verlo desde fuera, sino para ingresar en él. Este mundo, para el niño, es a la vez atrayente y repelente, misterioso y pedestre, racional y profundamente absurdo. El ingreso del niño en este nuevo mundo supone, para él, una aventura tan formidable como lo era para Livingstone adentrarse en el corazón de África. La flora y la fauna de este nuevo país son, para él, tan exóticos como lo eran los de África para el famoso doctor. Desde esta perspectiva, Alicia se convierte en la primera de las grandes narraciones contemporáneas que proclaman que los grandes descubrimientos del hombre no están en el espacio exterior, sino en el interior. Marcel Proust (En busca del tiempo perdido), James Joyce (Ulises) y Thomas Mann (La montaña mágica) no hacen sino continuar la exploración de este fascinante “país” que iniciara Carroll con su Alicia, en pleno siglo XIX.

ADAPTACIONES


La reina de corazones


Alicia


Programa “Grandes Relatos” en 1999 Telecinco











ALICIA por Walt Disney

de Jorge González Ruiz

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